Hoy iniciamos una trilogía sobre los actores que intervienen en lo que podemos llamar «generación de cultura en torno al vino» con el fín de aclarar si realmente nos interesa o mejor dicho, les interesa al común de los mortales tener o, como poco, acercarse al mundo del vino.
Generalizar es siempre malo, pero intentaremos basar nuestra reflexión en la acumulación de experiencias generadas aquí y allá, en bodegas y en ferias o presentaciones en las que algunos productores en teoría -luego la práctica suele ser otra- intentan dar a conocer sus productos.
Hace unas semanas uno de los lectores de este blog hablaba de su «veto» -estoy seguro que temporal- hacia los vinos de una bodega por el hecho de que al pedir probar uno de sus vinos en una feria le indicaron que no tenían -aunque la botella estaba escondida bajo el estand- y era servido a otras personas, vamos a decir más «profesionales».
Estarán pensando que una mala experiencia no es extensible al resto de los bodegueros, y estoy totalmente de acuerdo, pero las malas sensaciones se comentan multiplicándose de forma exponencial si las comparamos con las buenas, y esas malas experiencias pueden hacer que alguien que quiere acercarse para conocer este mundo -amén de ser un posible cliente- renuncie y abandone el camino.
Siempre he echado de menos ferias en las que los mismos productores, cerca o en las propias bodegas, nos acercen sus elaboraciones (¡ah, Les Grand Jours en la Borgoña!). Que la persona con la que hable sepa explicarme por qué hace ese tipo de vino, cómo lo elabora, cuáles son sus castas y qué le diferencia de los demás.
No quiero a azafatas que desconocen totalmente lo que ofrecen, ni a los malos comerciales que tampoco transmiten la filosofía de la bodega que representan, ni bodegueros que te retiran la palabra porque le comentas que su vino tiene madera que la casa de Daniel Boone.
En nuestro grupo de cata las mejores experiencias siempre son aquellas en las que «el padre de las criaturas» nos acompaña; en las que comparte la filosofía de su idea de hacer este u otro tipo de vino; en las que se resuelven todas nuestras dudas sobre castas, elaboraciones, … En definitiva, en las que se nos hace partícipes y cómplices de su pasión.
Echo en falta aquel día de «puertas abiertas» en las que muchas bodegas de toda España podían ser visitadas con el fín de poder disfrutar de las explicaciones de sus propios elaboradores.
Algunos de vosotros me diréis que el enoturismo está empezando a ser considerado como una importante fuente de ingresos para algunas bodegas, pero creo que se debería de ir más allá y conseguir un mayor contacto con la gente jóven, con menos poder adquisitivo, pero que no deja de ser un futuro cliente.
Si entendemos como enoturismo que te cuenten la historia de la bodega y cómo se elabora el vino -sin alma- y poco más, el «personal» quedará aburrido a la segunda visita que haga porque le contarán basicamente lo mismo, y claro si a eso unimos 12€ por persona, un pinchito y una copa de vino, pues flaco favor se está haciendo al objetivo de conseguir crear una cultura en torno al vino.
Como diría Martin Luther King, «anoche tuve un sueño»… y espero que se haga realidad.
Cuando yo era pequeño la primera excursión del curso escolar, en septiembre u octubre, siempre era a una bodega. Ibamos al campo y veiamos como vendimiaban y luego a la bodega, veiamos las tolvas, los depósitos… Vaya, ahora se llama enoturismo, se cobra bien, hay azafatas, hay corbatas, glamour… Mmmm… y la gente ve el vino como parte de su vida y el consumo es razonable y sube… Creo.
Saludos,
Jose
Jose, y ahora también se lleva ir de vendimia y ¡pagando! 8O.
Una vez tuve la iniciativa de realizar una cata para alumnos de ultimos años de instituto y ni padres ni autoridades docentes lo entendieron como una actividad «cultural».
Tenemos que cambiar el «chip» e intentar acercar a la gente jóven explicando de dónde viene el vino, cómo se elaboran y valoren lo que algunos entendemos como un bien cultural. Sin conocimiento no se pueden apreciar y valorar el trabajo que hay detrás de algunos vinos.
Creo que en algunos bares de vinos se podría ir acercando a los jóvenes a través de los maceraciones carbónicas, más frutales y, en teoría, menos complejos. Y de ahí ¡al infinito y más allá! 😉
Saludos,
Mario.
Como todo es una cuestión de la más esencial educación. De tener claro que somos fruto de nuestro pasado, aunque seamos los mismos pataliebres de los últimos mil años, porque tampoco hemos cambiado tanto. Hemos sido bárbaros, suevos y alanos, hemos sido romanos, judíos, árabes, cristianos y somos fruto de todo eso. Somos vid, olivo, pan. Vino, trigo y aceite. Cultos a mitos, leyendas, sinagogas, mezquitas, iglesias. Mediterráneos y atlánticos… Y con una historia que es pa’leerla y aceptarla, pues es lo que hemos sido y lo que somos.
Peeeero hete aquí que esto de la cultura no es lo más chipén, que si la gente aprende se puede convertir en un pueblo culto. Un pueblo culto es un pueblo justo, al que no se le puede engañar, ni manipular y que buscaría el bien moral… Y eso sí que no.
Por un lado se fue el vino de las mesas de la comida o de la cena. Se borró, por muchos motivos, pero desde mi punto de vista buena parte la tuvieron en la misma industria, por querer revestirlo de «Cultura del vino». Lo convirtieron en algo elitista, en algo que había que entender, en lugar de acomparnos de manera natural como lo hizo durante milenios.
Por otro lado esta esa misma cultura. ¿Es cultura? pues a borrarlo del mapa a menos que haya quien pueda trincarse alguna subvención.
Saludos,
Jose
Siempre he pensado que la cultura es libertad, y el conocimiento es libertad. Y esa libertad nos hace elegir. Recuerdo cómo en cada barrio existía una bodeguita en la que se rellenaban las frascas que luego acompañaban la comida. Después se pasó al Savin, Castillo de Gredos, … Pero había que pasar de un consumo de vino «granelista» a un consumo de vino con más calidad. El problema es que más calidad llevó a más precio y más precio a menos consumo, y en esas estamos en una «cara cultura del vino».
Si a ellos unimos un cierto alejamiento de la juventud y un cierto snobismo al rededor del vino, tenemos una «cruda» realidad.
Has puesto el dedo en una de las llagas. Es muy diferente hacer vino y vender vino, aunque se relacionen. Cuando alguien que lo hace lo explica, aunque también quiera vender, es otra cosa. Cuando sólo estás ante un aparato de ventas, lo mismo daría ese vino que otro o unas zapatillas deportivas; te querrán vender algo que ni conocen ni aprecian. Así cualquiera se echa para atrás.
Jorge, sigo pensando que nos queda mucho por aprender y que todo está «inventado». Sólo falta que dejemos de mirarnos el ombligo y ver qué se ha hecho en otras partes. El buen hacer del productor, del bodeguero, el acercar su vino con humildad, pero haciéndose valorar, estoy seguro que ayudará a que se acerque el personal, pero hace falta ese cambio de mentalidad que en algunas bodegas se observa, pero no en todas, lamentablemnte.
Ah, y gracias por escribir. Ya sabes que esta es tu casa, digo tu blog ;).
Hola Mario
Hace tres días tuve la oportunidad de asistir al salón de la Guía Peñín yde experimentar lo que expones en tu entrada. Algunos de los stands estaban atendidos por los propios elaboradores, y fue una gozada charlar con ellos, compartir lo que sus vinos te dicen, y lo que ellos pretenden al producir ese vino en particular. Por desgracia, muchos estaban atendidos por comerciales, que se limitaban a servirte el vino para que lo cataras, pero no tenía conocimientos sobre lo que te ofrecía.
Se dio también el caso de productores, que miraban tu acreditación o te preguntaban directamente si eras del sector, y en función del rendimiento que podía obtener te hacía más o menos caso.
En otra ocasión, me invitaron a la presentación de un DO, en la que al entrar te ponían un adhesivo de un color para que el productor no tuviera que preguntar, y supiera la dedicación que tenía que ofrecerte.
En fin, oportunidades de contactar con los productores, si se tiene algún interés hay. Especialmente los que tenemos la «suerte» de vivir en Madrid.
Saludos,
Vicente
Vicente, estamos de acuerdo en que de todo hay en la viña del Señor, pero vamos que a ver si se dan cuenta de que por mucho gurú crítico vinícola al final el consumidor final decidirá. Influenciado por el gurú, pues sí, pero también hay que reconocer que foros, blogs y el «boca a boca» de los enochalados cibernéticos también funciona e influye para que nos decidamos sobre un vino u otro, así que, por favor, déjenos de preguntar si somos distribuidor, crítico, prensa,… somos CONSUMIDORES y además «paganos» ;).
Abrazotes.
Cierto Vicente…como sabes yo también asistí y me acurrió un par de veces que tras preguntarme QUÉ era yo (como si eso fuera tan fácil como decir una profesión) te decían que en vez de brindarte la oportunidad de catar todo «con 2 o 3 distintos para captar la gama»…no suelo decir éstas cosas porque se puede tender a ser injusto pero, viendo que no soy el único al que le pasan éstas cosas, es cierto que la forma en la que se quiere vender debería ser más cuidadosa, porque muchas veces se consigue el efecto contrario a lo que se quiere.
Hola Nacho, como le comento a Jorge, sientéte como en tu casa ;).
Sobre lo que comentas, bueno, pues creo que lo hemos dicho todo, ahora sólo hace falta que lleguen estos clamores, susurros más bien, a oídos de los elaboradores y tomen en consideración nuestras peticiones.
Vamos a probar sus vinos, sus creaciones para después escribir sobre ellas y si lo consideramos, recomendarlas. Así que la próxima vez no nos escondan el vino «bueno» por no llevar la pegatina o la credencial.
Abrazotes.
Esa es otra, el papelón en algunas ferias, presentaciones, etc. No soporto eso del trato diferenciado en función de una venta potencial… sobre la que no tienen ni idea; no saben si yo voy a comprar una cantidad significativa aunque sea consumidor final (sobre todo, si hablamos de vinos de alto precio), no saben cómo ni cuánto puedo influir en amigos hosteleros, no saben cómo ni cuánto puedo influir en mi círculo o a traves de estas redes… En fin, que me molesta mucho lo de ciertas botellas «debajo de la mesa» 😉
Y muchas gracias por abrime de par en par las puertas de tu blog 🙂
Aquí llega el «vetador», tarde pero llega. Se que es una forma de llamarles pero en ese caso aunque tampoco tuviera justificación, yo era más profesional que ellos, lo que pasa es que probar ciertos vinos escondidos es una especie de privilegio y algunos se sienten «honrrados». Es más fácil conocer los vinos caros.
El enoturismo, no voy a hacer la rima fácil ;), pero lo que en un principio podia tener algo de interés para acercar el vino al consumidor se ha convertido en una carrera de fondo para tener hotel, spa y ser mejor que el de al lado. Y esas visitas donde la gente cree que el vino son grandes toneles, barricas e inox. No hay profundidad de mensaje y cultura sino vender por vender.
Y de la misma manera que «veto» una bodega con vino debajo de la mesa, una que me discrimine por no ser una «posible venta» ya ni te cuento, no sólo la veto sino que aprovecho para contar mi experiencia en todos los lugares posibles.
Hace falta que al menos alzemos la voz, nos quejemos, ya está bien de tanto peloteo, de hablar -solo -bien de los vinos y de hablar en privado algunas prácticas reprochables.
Pues yo si que veto, al igual que Sibaritastur, pues ya me ha pasado ir a bodegas y no probar casi ni vino, y llevarnos a la carrera por la bodega. En los salones igual. Y eso que en el fondo yo si podría ser un cliente con un alto potencial de compra, pero me repatea tener que decirlo para probar un vino. Si está el padre de la criatura en el stand, con sólo charlar un poco con el y el ve que te apasiona el vino, te va a dar a probar de todo. Pero claro es dificil que el esté en los stand