Muchos soñamos en tener ante nosotros grandes maravillas del mundo construidas por el hombre como la Torre Eiffel, El Museo del Prado, la Alhambra, Manhattan,…pero en este viaje, invitados por el Consejo Regulador de la D.O. Ribeiro y tras recorrer en casi 72 horas más de 12 bodegas y probar cerca de 70 vinos no te quedas con el nombre de las bodegas visitadas o de los vinos catados, sino con el nombre de las personas que hacen posible que con el trabajo duro de un viña de treixadura, godello, loureiro, sousón o caíño plantadas sobre suelos de esquisto, sábrego o granito, pobres en materia orgánica y en algunos casos en acusadas pendienes (socalcos) que dificultan aún más su labor, den como fruto vinos que están intentando romper con la «leyenda negra» de los vinos de la zona, los turbios. Y doy fe de que los esfuerzos están dando sus frutos.
Cuando nos enfrentamos a una copa de vino describimos su color, extraemos sus aromas y sabores, disfrtuamos con ellos o los rechazamos por distintos motivos, pero esta visita me hace reflexionar sobre las personas que intentan sacar lo mejor de sus tierras.
Teniendo como «cuartel general» el impresionante hotel-monasterio de San Clodio partimos hacia un recorrido intenso, vivo, en momentos estresante, pero en todo caso enriquecedor.
Nos encontramos en las grandes cooperativas la lucha de los enólogos como Ibán Vázquez Pateiro, de Terra do Castelo, en el que a pesar de ser una empresa jóven fundada en el 2004, contar con más de 100 socios y controlar más de 200 ha., consigue vinos como su Terra do Castelo 2010 Selección sobre lías o Manuel Castro, enólogo de la mayor cooperativa de la DO –Vinícola do Ribeiro-, que ha de controlar la producción de 800 socios y una extensión de 586 ha, y que nos hace disfrutar con el Colección Costeira Treixadura 2012 o mantiene vinos tradicionales como su Tostado de Costeira.
En medio de cooperativas y colleiteiros se enmarcan las Adegas, algunas de gran tradición familiar y que han sabido recuperar e impulsar una viticultura basada en la sabiduría de los mayores, pero adaptadas a las nuevas tecnologías. Tuve la suerte de conocer el proyecto de Carlos de la Peña, propietario de la bodega Pazo Casanova, preciosa propiedad de 10 ha. de la que se surte para la elaboración de sus vinos Casanova y Máxima de Casanova y con el que mantuvimos a lo largo de la comida intercambios sobre las vicisitudes y preocupaciones en los hábitos de consumo de los españoles.
Recuperado hace treinta años por la familia Carreiro visité el primer coto vinícola de la Península Ibérica, Coto de Gomariz, teniendo el placer de contar como cicerone a Xosé L. Sebio, en cuyas tierras situadas en el valle de río Avia se realizaron las primeras plantaciones de viñas de la orden del Císter en el s. X y en el que se apuesta por las bajas producciones por planta y por la elaboración de vinos monovarietales bajo un concepto de terruño.
En otro escalón la relación hombre-terruño se acerca aún mas bajo la denominación de colleiteiro, y tuve el placer de conocer a Antonio Cajide Gulín, de Adega Sameirás, preocupado por conseguir el mejor clon de treixadura en parcelas que en pocos metros pasan de estar a 100, 200 y 280 m. sobre el nievel del mar que se diferenecian por estar en tres tipos de suelos distintos, o con orientaciones distintas en la Ribera del Avia.
O el ímpetu desbordante de Manuel Formigo de la Fuente de Finca Teira, hombre con ideas claras, con 2 ha. de viña y 35.000 l. de producción y con un elegante Finca Teira 2012 y un inolvidable Tostado elaborado según sus ascestros. O el deseo de Alfredo Fernández de Adega Pousadorio en darnos a conocer, a parte de sus vinos, el entorno que nos rodea y disfrutar con una visita enoturística por el valle del Miño y subiendo al Coto de Novelle en el que las vistas de la zona son realmente espectaculares.
No quiero olvidarme la bodega de Alberto García Úbeda de Adega Valdavia, que aunque jóvenes, él y la bodega, pues lleva elaborando desde el 2004, muestra el claro concepto de colleiteiro basado en el terroir, en el terruño y a la vez apuesta por un diseño jóven e innovador en la presentación de sus vinos. Con una extensión de 1,8 ha. plantadas con treixadura, godello, alvariño y lado, como variedades blancas, y sousón, brancellao, caíño y mencía, como tintas, elabora, en esta propiedad con 4 parcelas diferentes, 12.000 l. Por cierto, este año 2013 recibió el premio al mejor vino blanco de la D.O. Ribeiro por su Cuñas Davia 2012. ¡Parabens!
Como bodegas nacidas a finales de los 80 y principios de los 90 y que apuestan por el enoturismo cabría resaltar, por un lado, Viña Meín en la que Javier Alén ha sido uno de los impulsores de los vinos de Riberio fuera de Galicia y Casal de Armán, en el que la familia González Vázquez elabora en siete parcelas vinos de gran personalidad como Os Loureiros o Finca Misenhora.
Por último quería resaltar, aunque se encuentra fuera de la DO. Riberio, la bodega Lagar de Sabariz con Pilar Higuero Bisbe a la cabeza. Propiedad de 4 ha. de viñedo en el que se cultivan las variedades de treixadura y albariño con bajos rendimientos y en suelos pobres de sábrego. Podría definirse como un verdadero «Shangri-La» en el que la viticultura se encuentra basada en un concepto biodinámico enmarcado en un conseguido biotopo armónico. Elabora un único vino, A pita cega, desde mi punto de vista totalmente distinto a los probados. Algunos lo califican de «mágico», yo no llego a tanto, pero si lo definiría como muy personal marcado por el terruño en el que nace.
Obviamente no están todos los que son, pero son un fiel reflejo de la tendencia por el cambio que se observa en uan DO enmarcada entre dos zonas como Rias Baixas y Ribeira Sacra, que está apostando por la presentación en el mercado de vinos propios, diferentes al concepto de jarra blanca y tazón, y que en mi humilde opinión, y no sin esfuerzo, considero que está consiguiendo.
Bueno y seguramente estaréis esperando el comentario de los vinos catados qué más me han gustado, pero creo que es mejor que disfrutéis de hombres y haciendas en esta primera parte y dejemos los vinos para la siguiente, «Ribeiro: sus vinos», en los que comentaré aquellos que me han parecido más disfrutables aunque he de reconocer que muchos de ellos los volveré a catar con más tranquilidad y sosiego.
No está mal el recorrido que habéis hecho. Hay gente a la que no conozco. Sí conozco y apoyo a Sebio o a Formigo, por ejemplo. Sin conocer a la persona he probado el Cuñas Davia y también me gusta. Por último, sólo por estos vínculos virtuales conozco A Pita Cega, pero me intriga probarlo de verdad. En fin, rica información, espero lo siguiente.
Jorge, un buen recorrido, en algunos momentos estresante, pero también muy gratificante.
Sobre el resto, estoy en ello y espero colgarlo mañana, aunque seguramente haga dos post, ya que comentar una veintena de vinos de una tacada puede generar ansiedad 😉