Aunque se editó en septiembre del 2010 en mi blog de Verema no lo había importado a mi blog personal, cosa que hago ahora, porque «nunca es tarde…»
Y en este caso la dicha era más que buena, aunque también había momentos de preocupación previa: nos reuníamos en el Restaurante El Candil de Salamanca 9 enochalados y nos ibamos a enfrentar a una cata de Monte Real de los años 60, en concreto Reserva del 64, Reserva del 66, Cosecha del 68 y Gran Reserva del 70. Además se aportó una botella de Reserva del ’03 para comprobar la elaboración actual de la bodega.
Una de las grandes preocupaciones -por no decir la principal- era saber cómo se encontraban los vinos después de más de 40 años embotellados. Ni que decir que cuándo los adquirí tuve cuidado de comprobar el nivel del vino y observar si habían tenido pérdidas, así como su nivel de nitidez al trasluz, desechando aquellas con turbidez.
Llegado el momento nos dispusimos a abrir las botellas comprobando que la que tenía el mejor corcho, era la botella de la añada ’64, aunque a pesar de los esfuerzos acabó rompiéndose. Para evitar que los posibles sedimentos y trozos de corcho cayeran en las copas se utilizó un pequeño embudo con filtro de acero.
Alea iacta est! La tensión se sentía en el ambiente, amén de la espectación por ver cómo pasaba el vino de la botella a la copa. Se barajó la opción de servir las botellas de «posible» mejor a peor evolución en el tiempo, pero se decidió el servicio por orden de mayor a menor antiguedad.
Llamativo también resulto que ninguna de las botellas indicara su grado, la diferencia de etiquetado del Reserva del 66 y la falta de información de la botella Cosecha del 68.
Monte Real Reserva 1964
El único de todos elaborado con la técnica de maceración carbónica y después envejecido en barrica.
En vista se mostró de color rubí con menisco atejado-ambarino-yodado. Limpio, de lágrima fina, glicérico. En nariz desplegó notas de cáscara de naranja, alacena, cueros, notas -aún- de fruta, rosas secas. «Incredíbile» para un vino con más de 40 años. En boca mostró una excelente acidez, fresco, con ligero amargor final y aún con taninos vivos. ¡SORPRENDENTE!. Estaba aún vivo, y muy vivo.
Monte Real Reserva 1966
El segundo de la noche se alejaba de las bondades de su hermano anterior. De tono rubí aún se mantenía limpio, aunque en las dos últimas copas apareció la turbidez de los sedimentos. En nariz las notas iban de carne, cáscara de naranja, terrosas húmedas (esos recuerdos a teja mojada), barniz antiguo, pelo y cuero. En boca mostraba menos acidez que el anterio y mantenía un ligero amargor final.
Dejemos aparte las comparaciones. El vino se mantenía vivo, pero jugaba claramente otra liga.
Monte Real Cosecha 68
La verdad es que cuando tuve la botella entre mis manos, días antes a la cata, me quedé perplejo: ¡COSECHA!, y como diría Patricia Conde «¿pero esto qué es?, ¿pero esto qué es?», y nos quedamos con las ganas de saberlo -salvo que alguien nos lo aclare-. No indicaba ninguna clasificación y nos temimos lo peor. También mostraba el corcho con notas de moho y tal vez el por conservado, pero como diría mi abuelo -que era un gran aficionado a los toros, aunque ahora no fuese politicamente correcto-: ¡Al toro qué es una mona!, y servimos.
Mostraba en vista un color rubí con menisco atejado y notas yodadas. Limpio y brillante con una lágrima lenta y densa -se habló de la participación de la garnacha en este vino-. En nariz marcaba notas de pelo de animal, terrosas y cáscara de naranja. Más flojo, pero también vivo. En boca mostraba menos acidez que los anteriores, ligrero pero agradable, con un punto goloso al final y unas notas más alcohólicas -si no recuerdo mal se habló de un vino con notas a brandy-.
Monte Real Gran Reserva 1970.
Llegábamos al final y la espectación se despertaba aún más. Habíamos oído maravillas de este 70 y realmente no defraudó, es más nos llevó a preguntarnos ¿como es posible que se hicieran estos vinos vivos y disfrutables aún sin los medios y los conocimientos técnicos de la actualidad?.
Servido el útlimo de los históricos nos encontramos con un vino que en vista mostraba notas rubíes con menisco yodado-ambarino. Limpio y brillante. Con una nariz en la que apaecían notas de vainillas, fruta roja, pétalos de rosa seca, tabaco y caja de puros. Y una boca con una excelente acidez, largo, aún con notas de tanicidad, envolvente y elegante. Realmente excelente y -como también se comentó-, aún falto de botella.
Monte Real Reserva 2003.
Y para terminar, y mejor no comparar con lo anterior, nos enfrentamos a la «rama moderna» de la bodega: Vino en la línea de un reserva riojano: rubí con menisco atejado. En nariz notas a medicamento, caucho -«frenazo»-, abríendose a notas de fruta, vainillas y mentolados. En boca se mostraba secante en la que la presencia de la madera era aún notable, y plano.
En fín una pena que no se haya seguido -o sabido- seguir con formas de cultivar la viña y elaborar el vino que nos han dado tan gratas sensaciones en vinos de más de 40 años, cada uno con sus características propias, pero todos vivos.
Y como diría mi admirado Porky: ¡Y eso es to…, eso es to…, eso es todo amigos!.
Comentarios del personal