No, no os llaméis a engaño. No me he dedicado a beber del caño.

Hoy no he podido por menos que volver a releer distintos apartados de dos grandes obras básicas para el buen entendimiento del mundo del vino: El gusto del vino, de Émile Peynaud y Jerez, Xerez, Sherish de Manuel Mª González Gordon, Marqués de Bonanza.
Os preguntaréis a qué es debido este repentino acercamiento a las fuentes de la sabiduría vinícola. Pues la respuesta está en dos vinos que probé estos días: Abel Mendoza, Selección Personal 2000 y la Manzanilla en saca de primavera de Barbadillo, con esta tonalidad dorada, brillante y aromas salinos, a frutos secos, notas de hierbabuna, amén de una boca envolvente y punzante, con excelente acidez, larga y redonda en la que las notas olfativas vuelven a marcarse en fase retronasal en todo su esplendor.

Buscaba en los libros datos, procesos, pistas para poder extraer más características de los vinos citados por su elaboración, castas, … ya realmente me han cautivado, amén de acompañar el primero a un osso buco de morucha -lo siento, pero no dio tiempo a sacar la foto, la peña tenía hambre- y el segundo a un rodaballo salvaje del que doy muestras en la imagen final.

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