La verdad es que cualquier excusa es buena para organziar una cata, pero en esta había una de peso: llevamos un año en el que nos reunimos una vez al mes en La cocina de Toño, tras el cierre de El Candil, y esta continuidad del grupo había que celebrarla. Para ello nada mejor que catar riojas «clásicos» de los años 60, 64 y 70, con adhesiones de un blanco del 68 y un tinto del 89, aunque hubo ciertas decepciones debido a los «cadáveres» que nos fuimos encontrando por el camino.
Los vinos se mantuvieron al menos 72h en posición vertical para que los depósitos se mantuvieran en el fondo de la botella y fueron decantados antes de servirse con el fín de evitar los citados resíduos.
Los vinos:
1.- Ygay Murrieta blanco 1968
Aportado por Juan Antonio. Según la información de la bodega para los blancos de la época, igual que para los tintos, había un tiempo previo a la crianza en barrica en depósito de aproximadamente un año. Las crianzas en barricas podían ser de aproximadamente 100 meses, mientras que el porcentaje de variedades se situaba en torno al 95% de viura y un 5% de malvasía.
Cata:
El vino presenta un bonito color miel, limpio. A pesar de que al inicio en nariz muestra aromas no francos, con la aireación van dando paso a notas de tabaco de pipa, acacia, saúco y caremlo, puntas de cáscara de naranja, frutos secos, miel, notas sutiles de melocotón y apuntes de panadería. En boca mantiene una buena -y sorprendente- acidez, notas de brandy y azucar quemado (ajerezado).
2.- Marqués de Murrieta Reserva 1960.
Elaborado con un 69% de tempranillo, 13% de garnacha, 13% de mazuelo y un 5% de graciano.
Las uvas de esta vendimia dieron en La Rioja unos vinos muy relevantes a pesar de ser calificada tan sólo como BUENA por el Consejo Regulador de D.O.Ca. Rioja.
La crianza de este vino fue realizada en depósitos en sus 6 primeros meses. Los cuatro años siguientes estuvo en barricas de edad media para pasar después a barricas muy viejas que lo mantuvieron casi 22 años más en lenta evolución de su crianza. El resto del tiempo corresponde a botella.
El aroma, muy desarrollado en la botella, así como su sabor muy variado en matices sumamente atractivos, prestan a este vino, de buen nivel de color y claras tonalidades teja, una conjunción, elegancia y finura de gran puntuación.
Es previsible que en la botella pueda mantenerse seguro de sí mismo durante varios años en curva de lento ascenso. Finca Ygay, Junio de 1990.
Cata:
De tonalidad rubí con capa media baja y menisco atejado-anaranjado En nariz notas predominantemente terciarias de pelo, cuero, notas terrosas, tabaco de pipa, té e incienso. En boca se muestra «cítrico» con buena acidez, carnoso, con un retrogusto de madera de «sacristía» y dátiles.
3.- Bodegas Bilbaínas Vendimia Especial 1964.
Lamentablemente no le debió de sentar nada bien el viaje y, a pesar de no tener fugas en la cápsula y sólo obsevar una ligera merma de líquido, pertenece al mundo de los «muertos». Una vez quitada a cápsula se observa que hubo contacto con el vino. Muestra un color totalmente opaco, marronáceo y aromas a breva madura, «Bobril», no muy agradables. Lástima.
4.- Monte Real Gran Reserva 1964
Elaborado con la técnica de maceración carbónica y después envejecido en barrica.
Cata:
De color guinda con tonalidades rubíes y menisco atejado. A pesar de haber sido decantado un poco antes del servicio mantiene aún notas de reducción que desaparecen y dan paso a notas de almizcle, cuero, tabaco, carne cruda, cáscara de naranja, apuntes balsámicos y guindas en licor. En boca muestra buena acidez con un tanino aún secante, pero con una punta de golosidad. Muestra buena estructura y excelente buquet que lo hacen largo, envolvente y muy agradable.
Aunque fue uno de los vinos que disfrutamos en la cata de Monte Real en septiembre del 2010 sigue estando plenamente disfrutable y aunque se nota que ha perdido parte de las notas frutales que observamos hace casi dos años y medio, sigue manteniendo una punta de notas de fruta roja y naranja sanguina. Realmente excelente.
5.- Glorioso Reserva 1970
100% tempranillo. 13% vol.
Elaboración:
Las uvas se despalillaron y maceraron posteriormente en frío. El mosto fermentó a temperatura controlada y se crió en barrica bordelesa de roble francés con un tostado medio de 225 L durante 18 meses. Permaneció en botella durante 18 meses en bodega antes de su comercialización.
Cata:
Lamentablemente fue otra de las bajas de la noche. Corcho práctitamente desecho, con fugas, pero que no se observan en la cápsula y apesar de tener cierta transparencia a contraluz se muestra con un color marrón evolucionado «Quina Santa Catalina», con síntomas de oxidación, notas de carne cruda y en boca totalmente acuoso, sin nervio ni estructura. Se rezó por su alma, y eso de que no hay quinto malo…
6.- Monte Real Gran Reserva 1970
Nos esperaba el último vino de los históricos y realmente no defraudó. También formó parte de la cata de los Monte Real del 2010 y hay que descubrirse ante un vino aún vivo, con estructura y vida por delante.
Cata:
De color rubí con notas ambarino-yodadas en el menisco. De capa baja. Notas de guindas en licor, carne cruda, teja húmeda, tabaco, cacao, pétalos de rosa seca, aún complejo. En boca muestra una buena acidez, sedoso, sin aristas, largo y envolvente. Excelente para dejar un buen sabor de boca.
7.- Carlos Serres Gran Reserva 1984
Aportado por César fue realmente una grata sorpresa. Con un color rubí con menisco atejado y capa baja. Notas de guindas en licor, cáscara de naranja, tabaco, cueros y apuntes de fruta roja. Boca con buena acidez, tanino golos y redondo. Si a eso le unimos una muy buena RCP, pues no le ponemos ningún pero. Agradable y disfrutable.
Conclusiones:
La verdad es que, como decía al principio, cada botella es un mundo, pero dejando a parte los «finados» y centrándonos en los vinos con los que más se disfrutó y que más juego dieron no cabe duda de que el Marqués de Murrieta 68 sorprendió a propios y extraños, aunque en un inicio hubo dudas de su nitidez olfativa que fue disipándose a lo largo de la cata. Vino con «chicha» y una acidez que aún lo hace fresco.
De entre los tintos brillaron y fueron evolucionando -que no decayendo- de inicio a fin de la cata el Marqués de Murrieta del 60 que fue claramente de menos a más y los dos Monte Real, reserva 64 y gran reserva 70. Si bien se observa que el aporte de la fruta va dejando paso -parece mentira que estemos hablando de esto en un vino de casi 50 años- a notas terciarias, son vinos con un complejo y delicado bouquet que los hacen elegantes, largos y sedosos en boca en el que aún se nota cierto aporte tánico.
Y como colofón el equipo de La cocina de Toño -esta vez con Sergio al frente- nos deleitó con un excelente menú del que destacaría una «Deconstrucción de Zurrukutuna» y una Carrillera ibérica estofada al vino tinto con parmentier de patata trufada que realmente quitaba el sentío y de los que os dejo estas muestras para que acabéis salivando:
Y ahora, por favor, no me hablen todos juntos y vayan opinando uno a uno que hay sitio y tiempo para todos 😉
Sois unos valientes, la verdad 😉 Yo no estoy seguro de si me atrevería a juntar tanto veterano en una cata. Pero tiene que ser esa zona y esa época la que puede darnos tales sorpresas. Creo que hemos perdido algo por el camino, no sé. Sí pienso que se puede intentar recuperar. Me viene a la cabeza algo escrito por Joan G. Pallarès sobre formas de elaboración en Priorat y vuelta a estilos antiguos. No sé si Rioja tendrá que mirar a su pasado algún día. Y perdón por divagar así.
Un detalle, hablas de la crianza del M. de Murrieta 1960… 22 ¿años?
Jorge, valientes, no, pero algo «enochalados», sí ;), porque lo de veteranos es relativo a los vinos catados ¿no? ;P
Sobre la vuelta a la elaboración de esa época, creo que sería posible por la técnica, aunque tal vez complicado por el cambio climático, de los gustos en los bebedores «habituales» de vino, …, pero siempre nos quedará el estilo de López de Heredia, Muga -y sus Prado Enea-, Carlos Serres, … para seguir disfrutando de ese estilo de vino que a algunos nos encanta.
Sobre la indicación de la crianza del MM 1960, la información nos la enviaron directamente de bodega, aunque pienso que es un error «temporal» que intentaré aclarar con ellos.
Es curioso, ya que nosotros también hicimos una cata de riojas: http://www.verema.com/foros/foro-vino/temas/909943-grupo-cata-vino-junior-barcelona?page=8#respuesta_1059567 🙂
Se haría aun más imposible por cuestiones económicas. Cuéntales tú esos años de inmovilizado y les da la risa floja por los cantos de la carpeta.
Saludos,
Jose
Ahí no el pongo un «pero» 😉
Buenas Francesc, parece que la cosecha del 70 está dando sus alegrías 40 años después 😉
La verdad es que resultó la mejor botella con diferencia. Y pensar que tiene casi los mismos años que yo… 😉
¿72 horas? ¿En Salamanca hay poca fe en la ley de la gravedad o algo? 😉
Y ahí está bien para situarse. Del 60 y en ascenso ¡¡ Mola !!
Saludos,
Jose
Jose, la verdad es que lo pensé, pero me dije ¿si no le han sentado mal 50 años, qué le van hacer 72h en vertical?, pura ciencia empírica 😉
Esta vez he tardado mucho en contestar, será por la edad? Cata de sentimientos encontrados, mucho interesante, pero también mucha desilusión perfectamente reflejada en la crónica. Es mas, a mi me desilusionó mucho el MR 1970. Estaba bien, pero había perdido la enorme fruta de la cata anterior. Como dos años no son nada en sus 43 de vida, supongo que será diferencia entre botellas, haciendo valido el dicho de que a partir de una edad no hay añadas, sino botellas.
Espectacular el MR 1964, y aqui si quedaba todavía muchaaaaaa fruta, y muy interesantes el Murrieta 1968 y el 1960, con arrugas bien llevadas.
Ha envejecido bien el C.Serres GR, que por cierto era del 1989 por si alguien intenta conseguirlo.
No son catas para todos los días, pero de vez en cuando están genial.
Cesar