La verdad es que si miramos por el revisor en nuestra hitoria vinícola, somos unos bebés en relación con nuestros vecinos franceses y no sólo en el ámbito de la cantidad, sino sobre todo, de la calidad. Hemos recorrido un camino, quizás, demasiado rápido, con demasiados cambios en poco tiempo, con demasiadas influencias externas que han evitado el econtrar un estilo propio, no en el conjunto de la viticultura española -algo imposible si partimos de la existencia de claras diferencias en clima, suelo, castas…-, sino dentro de cada una de las zonas vinícolas en las que se divide nuestro país, observando incluso como dentro de una propia bodega pueden existir tendencias distintas y contradictorias.
Hemos pasado por un tiempo oscuro similar al románico en el arte, en el que los buenos haceres quedaban reducidos a pequeños «conventos» en zonas como La Rioja y sobre todo, el Marco de Jerez, lugares en los que la sabiduría de los clásicos había quedado recluida y reducida a sus propios muros. Con el devenir de los tiempos las tendenicas evolucionan y pasamos del oscurantismo a ligeros atisbos de luz que no hacen sino dar palos de ciego. Y así vamos del arco de medio punto al flamígero sin solución de continuidad, de la sobrecarga de la madera a la sobre-extracción de la fruta, y en las últimas tendencias, a una sobresaturación olfativa y a una excesiva acidez que en el disfrute del vino, terminan ahí, dejando a la boca totalmente huérfana de sensaciones.
Siempre nos quedará Picles con el fin de no perder de vista una arqutectura clara, sencilla y armónica, al igual que siempre nos quedrá el disfrutar de vinos que llevan la máxima griega «μηδὲν ἄγαν», el nada en demasía, el buscar el equilibrio. Algo tan simple y a la vez tan complejo y que sólo encuentro en los grandes vinos de El Marco, en los «clásicos» de La Rioja y en Borgoñas que han cuidado y defendido su forma de ser a pesar de las presiones externas.
Está claro que las modas se repiten y que tras arriesgadas apuestas siempre se vuelve a la influencia de Balenciaga o Valentino, pero con lo que no comulgo es con intentar combinar azul y verde por mucho que se empeñe Agatha Ruiz de la Prada, porque sólo verlo «muerde», aunque he de confesar que no le queda nada mal al maestro Chicote.
Marqués de Riscal GR 2001 150 aniversario. Bodegas Marqués de Riscal.
Elaborado con las uvas propias de la zona riojana: tempranillo, graciano y mazuelo, de viñedos de más de 30 años y con una crianza de 30 meses en barrica de roble y 3 años en botella antes de salir al mercado. 14% vol. D.O.C. Rioja.
Presenta en vista un bonito color picota de capa media y con menisco rubí. Lágrima fina. Limpio. En nariz y a copa parada apunta notas de chocolate, cueros y frutas negras, café, ligeros animales. En agitación apuntes de fruta roja, notas terrosas, elegantes tostados, notas balsámicas y apuntes de naranja sanguina. Canela, sutiles mentolados y notas especiadas. En boca muestra una buena acidez y excelente ataque. Taninos pulidos y a la vez golosos. Largo, sedoso, untuoso, con cuerpo y excelente estructura. Retronasal marcada por las notas olfativas. Realmente adictivo.
No opino igual. Creo que lo que se hizo fue abandonar lo que era natural encada lugar en que se hacía vino para abrazar como una nueva fe lo que viniera de fuera. Ya sabemos los tradicionales lo han hecho los americanos, en Alemania se atan los perros con longanizas y como alcalde vuestro que soy os debo una explicación y os la voy a dar (esto último hay que decirlo con la voz un pelín tomada para que tenga mejor prestancia 😉 )
Saludos,
Jose
Bueno pues no se por dónde tirar, Jose, porque casi estamos de acuerdo, salvo que me haya explicado yo sumamente mal, que también puede ser ;). Siempre he pensado que aquello que se hace mal desde años no lo valida como algo que se está realizando de forma correcta, y sobre lo de «abandonar lo que era natural en cada lugar», muchas veces en aras de lo natural o de la costumbre he bebido verdaderos venenos. Pero también es cierto que abandonar aquello que se hace bien por influencias externas, modas o mercados al final penaliza, y es en lo que estamos, que no sabemos en algunos sitios dónde está el Norte ni hacia qué Shangri La dirigirnos ;).
Abrazotes.
Buen clásico habéis tomado, aunque sea joven 😉 De ese 150 aniversario ya he probado varias botellas. Me sorprende para una bodega así la no regularidad, fueron bastante diferentes entre sí. En cualquier caso, salvo una «sin alma», todas buenas o muy buenas.
Jorge, esta no defraudó, afortunadamente y se disfrutó a pesar de su «juventud» y de ser la última, aunque quedan más «Pericles» en la bodega 😉