Corta y Raspa Las 40 2017. Mayetería Sanluqueña
La verdad es que cuando uno tiene delante una botella de vino no sólo tiene curiosidad por probarlo, sino también por descubrir algo de su historia o de su origen, y este Corta y Raspa Las 40 es un cúmulo de preguntas, afortunadamente todas con respuesta.
En primer lugar habría que definir qué se entiende por «mayeto» , qué era, cuándo se dió, si existe en la actualidad o es una figura extinta y por qué aparece ahora de la mano de Ramiro Ibáñez. Así que iremos por partes.
La palabra aparece por primera vez en el Diccionario de la RAE en 1.803, estando definido como «viñador de escaso caudal«.
Dicho así de «frío» no nos aporta mucho, aunque si nos acercamos a la página de Callejuela encontramos una definición basada en la experiencia: «Personas de campo, de peoná y rato, llanas y con un gran conocimiento de la vid y todas sus labores. Contar con viña, lagar propio y bodega, habitualmente pequeña, eran los requisitos para ser Mayeto y encontrarse en el escalón más alto de la desaparecida clase media.» No en balde el padre de Pepe y Paco Callejuela, D. Francisco Blanco Martínez, Blanquito, lo fue durante 20 años.
La mayetería tuvo su época dorada en las zonas de Ronda y Sanlúcar de Barrameda, y consistía en una explotación agrararia en minifundo con el cultivo de hortalizas en la zona roteña, mientras que en Sanlúcar, Jerez o Chipiona era el campesino que cultivaba la viña. Sus inicios parten del s. XV cuando la Carta Puebla de Rota otorga terrenos a quienes se comprometieran a vivir y cultivar en La Mayetería.
En los años 80 y 90 desaparece la mayetería, y se pasa de la elaboración de su propio vino a la venta de la uva a las bodegas.
La figura quedó extinta hasta que en el 2016 y de la mano de Ramiro Ibáñez se reúnen tres mayetos: Antonio Bernal, José Manuel Harana y Rafael J. Rodríguez para elaborar la primera añada de la «saga» Corta y Raspa con la finalidad de poner en valor el trabajo y elaborar sus propios vinos.
Por último sólo nos falta hacer mención al propio nombre del vino que no ha sido elegido de forma baladí ya que hace referencia «a un tipo de corte especial de la poda de vara y pulgar. Se hace un corte longitudinal seguido de otro en bisel, respetando la carrera de verde, señalando así al resto de faeneros, que pasen por esa cepa durante otras labores, que ese corte es correcto y no necesita modificarse en el futuro», tal y como queda definido en el blog de Federico Ferrer.
El vino.
Está elaborado por Rafael J. Rodríguez Jiménez en Sanlúcar de Barrameda de viñas de más de 30 años del pago de Las 40 en el Cerro de Añina. Fermentación alcohólica espontánea en la que el mosto la realiza sin fortificación y una crianza en Bota con sus levaduras salvajes y sin apenas velo de flor.
La cata:
De color amarillo dorado, atractivo, limpio. Aromas protagonizados en sus inicios por la fruta amarilla (membrillo), frutos secos, sensaciones minerales (caliza), flores blancas y ligeros toques almizclados. Boca marcada por las notas salinas, se muestra fresco, amplio, con muy buena estructura y de medio recorrido dejando recuerdos de amontillado.
Me ha gustado. Me ha parecido distino, sencillo, pero no simple. Muy personal. Una vuelta a un pasado digno de recuperar. Bien elaborado y además la relación Disfrute-precio me parece muy buena ya que el PVP está sobre los 11,50 €.
¡Salud y buen vino!
Comentarios del personal