
Urkizahar: el terruño como protagonista
Bodega Urkizahar
Urkizahar, «abedul viejo» en euskera, es el proyecto que nace de la mano de Luis Javier Oregi y de Igone Arruti en el municipio de Beizama a las faldas del monte Illaun en el macizo de Murumendi, durante el año 2007.
Cuenta con 2,5 Ha., la mayoría con la variedad Hondarrabi Zuri y una pequeña proporción de Chardonnay, tratadas en ecológico en uno de los viñedos situados a más altitud, 450 msm, de la D.O. Getariako Txakolina, cayendo en pendiente pronunciada hacia el embalse de Ibai-Eder.
En el 2016 abandona la elaboración del txacolí en las bodegas de Getaria que había realizado desde 2012, y nace la primera añada elaborada ya en el caserío restaurado de Beizama.
Alejada de la costa y con una pluviosidad similar, la influencia de los vientos hace que le llegue tanto el aporte cálido del sur, clave para una perfecta maduración, como la llegada de la influencia marina que se hará notar en el aporte aromático y gustativo del txacolí, aunque con la amenaza de ataques de mildiu y oidio.
Urkizahar
Elaborado en un 100% con uva Hondarrabi Zuri. 11% vol. PVP 10 €
La vendima se realiza de forma manual, pasando a ser despalillado el racimo y realizando un prensado del que se utiliza sólo el mosto flor que cae por gravedad. El mosto realiza fermentaciones espontáneas a baja temperatura en depósitos de acero inoxidable y embotellándose el verano siguiente a la fecha de la vendimia. Certificado Ecológico.

2016. La cata:
Llamativo color amarillo pajizo-acerado con ribetes verdosos y una finísima burbuja en suspensión. Atractivo.
Aromas en los que predominan los aportes frutales (manzana) conjuntados con recuerdos de flores blancas, notas cítricas, sutiles apuntes salinos,no tan marcados como en los txakolís de «costa», y toques minerales.
Boca con muy buena acidez que no llega a ser agresiva -a mi me encanta-, pero marcada. Fresco y muy agradable entrada en boca con un sutil carbónico.
Elegante, complejo, redondo y, a pesar de esos 4 años, sigue manteniendo potencia, volumen y con un cromatismo que para nada anuncia esos vejez.

2017. La cata:
Bonita vista con color amarill-verdoso. Acerado. Limpio y brillante.
Aromas a fruta blanca (manzana), recuerdos de pera, sensaciones de flores blancas, toque cítricos y minerales (arenosos-calizos) y recuerdos salinos.
Boca marcada por una excelente acidez, fresco y con un carbónicos sutil y elegante.
Muestra amplitud y potencia junto con una retronasal compleja en la que se remarcan las sensaciones frutales, florales, minerales, cítricas y salinas.
Buen recorrido de mediana intensidad y con un final ligeramente amargo muy bien conjuntado con el aparte cítrico.
Excelente. Muestra más nervio y potencia que 2016. Un potro por domar.

2018. La cata:
Precioso color amarillo-verdoso más intenso que en añadas anteriores. Limpio, brillante, acerado y con microburbujas de carbónico vivas, aunque sin hacer corona.
Nariz marcada inicialmente por la fruta blanca, aunque se muestra uraño hasta que en agitación comienaza a desplegar un abanico de aromas de flores blancas, cítricos y recuerdos anisados, dejando las notas salinas en un segundo lugar.
Boca con una acidez más comedida que en añadas anteriores (ese grado de más se deja notar).
Fresco, con más volúmen que el 2016 y 2017. Largo y con más untuosidad, aunque muestra un punto de golosidad que no he observado anteriormente. Elegante.
Retronasal con más sensaciones florales y frutales que en añadas anteriores, dejando en un segundo planto el amporte mineral. Ligero amargos final junto con notas anisadas. Muy rico.
No hay tops
Me preguntaba un seguidor en instagram cuál era el top de la cata y le remití a este post, ya que, para mí no hay ninguno y lo son todos.
Respuesta un tanto a la gallega, pero que incide en la diferencia de los vinos, no en su elaboración, sino en uno de los componentes básicos y a la vez esencial: el terruño.
Luisja e Igone consiguen con su trabajo en bodega respetar y preservar el aporte de casta, suelo y clima que marcarán las diferencia entre cada una de las añadas.
El 2016 es el más redondo y, podemos decir, que se ha «domesticado» ya que el tiempo ha jugado a su favor. Adicez más matizada, carbónico sutil y prácticamente imperceptible, más elegante en su conjunto. Un top.
El 2017 ha sido de los tres el más «salvaje». Acidez más marcada, sensaciones salinas y minerales más acentuadas sobre el aporte floral y frutal. Muy en línea de un txakolí serio, vivo y potente. Un top.
Y por último, el 2018 ha sido el que se ha visto más afectado por el clima. Ese grado de más lo delata y deja su impronta en esa untosidad, esa acidez más suave, ese aporte floral y frutal predominando sobre el componente mineral que nos habla de una madurez fenólica más completa. Un top.
Algún enochalado de los que nos siguen pregunarán por el Urkizahar 2017 Edición Limitada, pero al «jugar en otra liga» le dedicaré un post para él.
Espero que hayan disfrutado y, si no los conocen, se animen a disfrutarlos. Me lo van a agradecer, estoy seguro.
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¡Salud y buen vino!
Comentarios del personal